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9/5/2022
Ya hemos visto en anteriores artículos de este blog que la economía circular se sustenta en tres pilares: reacondicionamiento, reutilización y reciclaje. En este artículo, vamos a centrarnos en qué se puede hacer con un coche eléctrico cuando ya es inevitable darlo de baja.
Desde el año 2015, la Unión Europea obliga a la industria a reciclar el 85 % de los componentes de cualquier vehículo. Para poder lograrlo, en 2017 se aprobó en España el Real Decreto 20/2017 sobre vehículos al final de su vida útil y, por muy eléctrica que sea su propulsión, los coches eléctricos también están incluidos en esta norma que insta a los propietarios a entregarlos a un Centro Autorizado de Tratamiento (CAT).
Existen más de 1.000 de estos CAT repartidos por todo el país. Cuentan con los profesionales y las instalaciones adecuadas para actuar de una forma ambientalmente responsable. Se estima que cada año pasan por los CAT unos 700.000 vehículos para su reciclaje.
Hasta hace poco, el tratamiento se limitaba a retirar el motor, la batería y algunos componentes para reventa. El resto se prensaba en la compactadora. Actualmente, la legislación obliga a los CAT a seguir un protocolo muy estricto que podemos resumir en las siguientes fases:
Una vez retirados los elementos que pueden ser revendidos o reaprovechados, hay otros que pueden tener un destino muy distinto dependiendo del material del que estén hechos. Se estima que un vehículo moderno, tanto eléctrico como de combustión, cuenta con más de 50.000 piezas de en torno a 40 materiales diferentes. Veamos los principales:
Pero, como hemos visto en anteriores artículos, sí es cada vez más frecuente la reutilización de las baterías para almacenamiento de excedente de energías renovables. Además Renault, en su servicio Re-trofit, las está reparando para transformar vehículos de combustión reacondicionados en eléctricos.
Cuando hablamos exclusivamente del reciclaje de un coche eléctrico, el proceso tiene sus particularidades. Dependerá del motor que se utilice, aunque se distinguen dos tipos principales: de excitación externa, donde se emplea el cobre; y de imanes permanentes, que utiliza sobre todo tierras raras.
Los motores de excitación externa emplean alambre de cobre enrollado en bobinas circulares. Pese a que este material se encuentra en los modelos térmicos, su presencia en uno eléctrico puede ser cuatro veces mayor, alcanzando entre 15 y 30 kilos según el tamaño del mismo.
El reciclaje de cobre es relativamente sencillo y se lleva practicando desde hace décadas, ya que, además, permite ser reutilizado varias veces. De hecho, se estima que el 80 % del cobre utilizado en el siglo XX sigue todavía en uso en diferentes clases de máquinas y dispositivos.
En cambio, los motores de imanes permanentes utilizan materiales magnéticos compuestos por tierras raras como neodimio, disprosio o gadolinio. Su reciclaje se debe realizar con procedimientos más complejos, recuperando los materiales con altas temperaturas y reacciones químicas.
Las técnicas de reciclaje de materiales como el litio o las tierras raras son muy recientes, y todavía no cuentan con rentabilidad comercial. Por ello, se estima que acaba reciclado menos del 5 %.
Al mismo tiempo, estas materias primas no son muy abundantes en la naturaleza y su suministro es muy limitado. Todo ello ha provocado que asociaciones y expertos pidan a los Gobiernos que legislen a favor del reciclaje obligatorio de estos componentes. E igualmente animan a empresas y fabricantes a desarrollar técnicas que lo hagan más rentable y permitan incorporar estos materiales a la economía circular.
En el caso de Renault, su compromiso viene de mucho más atrás. Utiliza desde la primera generación del Renault Zoe motores de excitación externa, y hoy también los incluye en el Renault Megane E-Tech. En cuanto a las tierras raras, ya ha conseguido reducir su uso a la mitad en los motores de imanes permanentes, comprometiéndose a prescindir de ellos en el corto plazo.
Como la automoción eléctrica es una industria relativamente joven, aún requiere de instalaciones y profesionales capacitados para reciclar los modelos eléctricos del mejor modo, pero son los fabricantes como Renault los que están tomando la iniciativa de desarrollar los mejores procesos para poder integrarlos en la economía circular.
Uno de los ejemplos más claros son las plantas ReFactory de la compañía francesa en Flins y Sevilla, dedicadas al reacondicionamiento de sus vehículos. De esta forma, consiguen prolongar al máximo el kilometraje de las unidades entregadas, permitiendo que puedan tener varias vidas: como vehículo nuevo, compra de ocasión, carsharing, etc.
Con los vehículos eléctricos de Renault se podría disparar su vida útil hasta el millón de kilómetros, lo que se traduciría en un gran ahorro de recursos naturales y residuos generados. De consolidarse industrialmente, supondría un nuevo giro en la automoción como economía circular.