Trucos y Consejos
17/1/2022
Existe la falsa creencia de que los coches eléctricos son para la gente con gran poder adquisitivo y que el comprador medio no tiene acceso a ellos. Aunque es cierto que hay una (cada vez menor) diferencia de precios de compra entre los modelos eléctricos y sus equivalentes térmicos, está ya más que demostrado que el coste de propiedad de unos y otros acaba siendo muy similar. Desde el principio podemos aprovechar los beneficios fiscales, las ventajas de movilidad y, sobre todo, el ahorro en combustible. Pero, sin duda, donde más se nota este ahorro es en el largo plazo, cuando comenzamos a comprender que el mantenimiento de un coche eléctrico es muy inferior al de uno térmico. Y no es solo una cuestión económica, sino también conlleva la tranquilidad como propietarios ante la fiabilidad y eficiencia de su tecnología. En el presente artículo voy a tratar de explicarlo, centrándome no tanto en las cifras, sino en la experiencia de tener un vehículo eléctrico.
Una de las claves del menor mantenimiento de un coche eléctrico está en la sencillez de su motor, cuyos elementos se pueden contar con los dedos de las manos: rotor, estator, eje, bobinado, rodamientos, ventilador, carcasa y poco más. Se trata también de una tecnología muy fiable y más que probada, que data de antes del propio coche de combustión. Al fin y al cabo, es la misma que podemos encontrar en cualquier electrodoméstico del hogar.
Un coche eléctrico tiene plazos de revisiones más amplios.
Esta sencillez y fiabilidad en su mecánica nos mantendrá alejados del taller durante un buen tiempo. Si con un coche de combustión los expertos recomiendan al menos una revisión anual o cada 20.000 km (lo que primero ocurra), con uno eléctrico podemos aguantar sin problema hasta los 2 años o 30.000 km. Y también nos ahorraremos otras citas habituales para sustituir elementos que ya no están en el vehículo, como las bujías cada 4 años o las correas cada 6 años.
Como decía en el punto anterior, la mecánica de un coche eléctrico es mucho más sencilla que la de un vehículo común. Aunque sea por pura estadística, comprobaremos que, con nuestro eléctrico, el número de averías es sustancialmente menor, lo que se traduce a la larga en menos reparaciones.
Pero la clave no está solo en la menor probabilidad de avería. También juega a nuestro favor evitarnos algunas de las reparaciones más costosas, que están directamente relacionadas con el motor térmico o la transmisión manual propios de un vehículo ordinario. Se estima que, en total, el ahorro en mantenimiento puede ser de hasta el 30 %.
Dicen que los talleres del futuro serán más limpios y pulcros, más parecidos a un laboratorio que a un garaje, y con mecánicos que trabajarán impolutos sobre nuestro coche eléctrico. A nosotros nos pasará lo mismo cuando abramos el capó, pues nos podremos olvidar de tareas engorrosas como medir el nivel de aceite con la varilla y el pañuelo de papel. Y es que un motor eléctrico, que solo cuenta con una pieza móvil (el rotor), no necesita el lubricante que sí requiere un motor térmico con todas esas piezas moviéndose y friccionando entre ellas.
Como no hay piezas móviles, no tendremos que usar aceite para el motor.
Eso no quiere decir que un coche eléctrico no tenga que usar determinados líquidos, que sí tiene que hacerlo. Sin embargo, generalmente están sellados en el interior del coche y no tendremos que preocuparnos por ellos; en todo caso, se encargarán los mecánicos de nuestro taller. Algunos pueden durar toda la vida útil del vehículo y otros son especialmente interesantes, como el líquido refrigerante utilizado en el Renault Megane E-Tech, que aprovecha el calor liberado por la batería y el motor para climatizar el habitáculo.
Se calcula que el mantenimiento del sistema de frenado se reduce a la mitad en un coche eléctrico en comparación con uno de combustión. Recordemos que cambiar los discos de freno puede costar entre 200 y 400 euros, mientras que la sustitución de las pastillas está entre los 100 y los 250 euros.
El secreto de este menor deterioro de los frenos está en el famoso frenado regenerativo, también denominado KERS (como el de los Fórmula 1). Como sabemos, este sistema tiene como objetivo recuperar la energía cinética del coche al frenar o desacelerar, y transformarla en electricidad para recargar las baterías. Esto ayuda a aumentar más aún la autonomía eléctrica de los vehículos eléctricos.
En la práctica, la presencia del frenado regenerativo se siente como un “freno-motor” con mayor retención, lo que se traduce en que pisamos mucho menos el pedal del freno durante la circulación.
En la lucha contra la contaminación del tráfico rodado, en 2007 se aprobó en Europa la normativa Euro 5, que entre otras cosas obligaba a los fabricantes a incluir filtros de partículas contaminantes producidas por la combustión en el motor. Esta normativa se dirigía principalmente a reducir las emisiones de NOx, un problema más frecuente en los vehículos diésel. Con la entrada en vigor en 2015 de la Euro 6 los vehículos de gasolina también deben equiparlos.
Evitaremos el filtro de partículas, uno de los elementos con más averías.
El DPF (en el caso del diésel) y GPF (para los de gasolina) supone uno de los mayores quebraderos de cabeza para todo conductor. No podemos abusar de circular en ciudad porque enseguida se ensucia de hollín y se obstruye; y para evitarlo, nos vemos obligados a salir a carretera periódicamente y revolucionar nuestro coche, de modo que se “limpie" el filtro. En caso de avería, estamos hablando de una reparación que se sitúa sobre los 1.500 euros, ya que se trata de una pieza costosa.
Un coche eléctrico carece de este filtro, por lo que podemos olvidarnos de salir a carretera obligados o de cortarnos de circular por la ciudad.
Como vemos, el coche eléctrico cambiará para siempre nuestra experiencia de mantenimiento. Desde luego, algunas tareas seguirán existiendo (como reponer el líquido del limpiaparabrisas o las escobillas) y aparecerán otras nuevas (todo lo relacionado con las baterías). Con todo, lo cierto es que estamos ante un cambio radical en la mecánica de nuestro coche que notaremos cada uno de nuestros días.