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7/5/2024
El viejo continente es uno de los grandes líderes mundiales en el desarrollo de tecnologías orientadas a la reducción de las emisiones. Luca de Meo nos revela cómo aprovechar todo el potencial de la industria europea desde una carta abierta en la que el CEO de Renault Group se atreve a pensar a lo grande.
Desafiante y, a la vez, muy emocionante. Quizás son las dos palabras que mejor definen el reto de la sostenibilidad al que aspira la industria del automóvil. Todo un fenómeno global en medio de un contexto de responsabilidad que abarca mercados como Estados Unidos, Asia y, por supuesto, una Europa que se ha volcado de lleno en la transición energética.
Es la Europa donde Renault ha desarrollado su labor desde el siglo XIX y la misma en la que hoy, gracias a la visión de su CEO, Luca de Meo, la firma busca abrazar una nueva era para el sector. Así lo ha querido reflejar el propio directivo en su ‘Carta a Europa’, en la que comparte su perspectiva sobre el contexto actual y ofrece los principios y recomendaciones con los que andar juntos hacia una era sostenible, inclusiva y competitiva.
“Soy un europeísta convencido”, explica de Meo al comenzar su escrito; y añade, “creo firmemente en el futuro de la industria automovilística europea”. Pero, ¿cuál es el panorama que ha llevado al CEO de Renault Group a realizar esta interesante reflexión? Y aún más importante, ¿qué podemos extraer de sus propuestas para conseguir un mercado acorde con las exigencias del desarrollo sostenible? Desgranamos todas sus claves.
No hay duda de que la industria del automóvil continúa teniendo un peso importantísimo sobre la economía de Europa. De hecho, actualmente da empleo a unos 13 millones de personas en el viejo continente, a la vez que también destina grandes recursos a la innovación. “El presupuesto para la investigación y desarrollo asciende a 59.000 millones de euros”, relata Luca de Meo en su carta, lo que nos da muchas pistas sobre las perspectivas de futuro que tiene esta industria.
Sin embargo, a pesar de estos grandes esfuerzos, la realidad es que los modelos electrificados fabricados en Asia han tomado la delantera. “El centro de gravedad del mercado mundial del automóvil se ha desplazado”, aclara el CEO de Renault, “el 51,6% de los turismos nuevos se venden en esa parte del mundo”.
Y esto se suma a un importante período de transición hacia la sostenibilidad, en el que Europa tiene por delante grandes retos. Entre ellos, la descarbonización para alcanzar las cero emisiones en 2035, la revolución del software destinado a la movilidad, las nuevas normativas medioambientales, el elevado coste de las nuevas tecnologías, la volatilidad de los precios en materiales clave (como el litio) o, por supuesto, la necesidad de formar al personal para asumir nuevas competencias.
Por si fuera poco, la naturaleza de los mercados hace que producir en Europa sea cada vez más caro. “Los costes energéticos son dos veces inferiores en China y tres veces inferiores en Estados Unidos respecto a Europa”, remarca de Meo. Y eso es resultado de las decisiones y estrategias que se han planteado en las diferentes áreas del planeta.
Por ejemplo, China ha optado por una táctica ambiciosa y proactiva, con una amplia inversión en todos los sectores implicados en el ciclo de vida del coche eléctrico y un control del 75% de la capacidad mundial de baterías. Estados Unidos, por su parte, concede incentivos para la fabricación de modelos ensamblados y con componentes fabricados en el país, lo que ayuda a impulsar mucho la venta.
¿Y cuál es la situación en Europa? La realidad es que el viejo continente es partidario de establecer cada vez más normas, siempre con el objetivo de convertirse en un referente de protección medioambiental. Lo que ocurre es que muchas de esas regulaciones obligan a las empresas automovilísticas a adaptarse a nuevos reglamentos en períodos de tiempo muy justos, algo que repercute directamente en recursos de ingeniería y en parte de ese gasto en I+D, por el que el mercado europeo ha destacado siempre.
A esto se suma una mayor dependencia de suministros que controla el mercado asiático -por ejemplo, el litio, el níquel o el cobalto-, lo que Luca de Meo ve como una oportunidad para colaborar y aprender de los fabricantes chinos. “Van una generación por delante en cuanto al desempeño y los costes del vehículo eléctrico, el software y la velocidad de desarrollo de nuevos modelos. En estas circunstancias, conviene gestionar lo mejor posible las relaciones con China. Cerrarles la puerta por completo sería la peor estrategia”, concluye.
Luca de Meo tiene muy claro que la industria europea está ya movilizada, pero también propone un amplio plan de acción que podría incidir directamente en su expansión. Al fin y al cabo, si gana la sostenibilidad, ganamos todos, por lo que hoy es más importante que nunca hacer los esfuerzos necesarios por reducir al máximo las emisiones de carbono.
Sus recomendaciones pasan por principios básicos y beneficiosos para todas las partes, como definir una estrategia industrial europea, crear un organismo único para controlar y evaluar la normativa, o sentar a la mesa a todos los entes interesados, como científicos, asociaciones, sindicatos, ONGs o empresas. Pero además es importante reconstruir la capacidad de abastecimiento de materias primas y componentes electrónicos, así como plantear un modelo de expansión híbrido: que piense a lo grande como el de China, pero que sea protector con lo suyo, como hace Estados Unidos.
“No perdamos el tiempo, porque el tiempo no va a nuestro favor sino en nuestra contra”, escribió en su día otro europeísta declarado, el escritor Stefan Zweig. Por eso, para continuar avanzando, Luca de Meo propone medidas favorables, como definir el impacto de los coches a lo largo de todo su ciclo de vida -desde que se empieza su montaje hasta que va al desguace y se recicla-, acelerar el desarrollo de vehículos inteligentes hiperconectados o, incluso, crear una especie de Champions League industrial, donde se premien las buenas prácticas.
También incluye un cúmulo de medidas que concuerdan a la perfección con el futuro sostenible para la sociedad de bienestar europea. Por ejemplo, involucrar a las ciudades en la descarbonización con más control sobre el tráfico en las zonas urbanas; o implicar directamente a las personas con opciones interesantes para todos los bolsillos, como los vehículos urbanos. “Desde su fabricación hasta su desguace, un coche pequeño tiene un 75% menos de impacto medioambiental. Puede venderse un 50% más barato que un modelo de gama media”, explica el CEO.
Incluso, se podrían establecer zonas económicas verdes para las empresas, inspiradas en las zonas especiales de China. De hecho, Renault ha agrupado a fábricas y proveedores en un área geográfica delimitada de Francia para ceñirse a esta idea.
Inspirado por el modelo de éxito de Airbus, que involucra tanto a actores públicos como privados, Luca de Meo nos propone diez proyectos realistas que se traducirían en beneficios para el medio ambiente, para el conjunto de Europa, para la industria automovilística y, por supuesto, para las personas.
Son diez ideas concretas que, según el directivo, “demuestran que la industria automovilística europea puede convertirse rápidamente en la solución a los retos a los que se enfrenta el continente”. Te invitamos a descubrirlos uno por uno.
1.- Promover vehículos pequeños europeos ‘pop’.
Es decir, desarrollar y comercializar coches pequeños y furgonetas a bajo coste desde Europa para reducir rápidamente la huella de carbono de los vehículos urbanos. En concreto hablamos de una mejora significativa de la calidad del aire y una interesantísima reformulación del espacio, muy conveniente para ciudades cada vez más pobladas.
2.- Revolucionar la entrega de último kilómetro.
Este proyecto busca fomentar la creación de empresas europeas especializadas en soluciones electrificadas para las entregas en ciudades. De esta forma, se podría paliar el impacto de las emisiones de CO2 de los vehículos comerciales, que actualmente ascienden a 74 millones de toneladas.
3.- Acelerar la renovación del parque automovilístico.
Consiste en “implementar un instrumento europeo para supervisar la evolución del parque automovilístico y de sus emisiones”, indica la carta abierta de Meo. La idea es que se base en un fondo europeo que, a su vez, se redistribuye de forma proporcional según las capacidades de cada país. Y así se podría traducir en incentivos para la compra de vehículos electrificados.
4.-Desarrollar las infraestructuras de carga eléctrica.
Cuantas más facilidades se le ofrezcan al usuario del coche eléctrico, más se favorecerá el uso de este tipo de vehículo. En un supuesto ideal, Europa debería contar con 6,8 millones de puntos de carga para poder reducir un 55% las emisiones de CO2 en el año 2030. No obstante, advierte de Meo, “aún estamos muy lejos de estas cifras: hoy en día seis países europeos no disponen de ningún punto de carga cada 100 kilómetros y 17 países tienen menos de cinco”.
5.-Alcanzar la soberanía en el abastecimiento de materias primas fundamentales.
Es la única manera de garantizar el abastecimiento de materias primas destinadas a la fabricación de coches eléctricos, y la mejor forma de lograrlo es mediante acuerdos con los países productores.
6.-Aumentar la competitividad de Europa en semiconductores.
Este proyecto está directamente relacionado con el anterior, pues lo que se busca es contar con la tecnología adecuada para hacer posible el aumento de coches eléctricos en las sociedades europeas. Lo que propone Renault es realizar una inversión en I+D para consolidar la posición del líder europeo (ASML) y así poder fabricar microchips más pequeños y potentes. Repercutirá sobre la industria del automóvil, pero también en muchas otras que requieren este nivel de innovación.
7.-Estandarizar el software-defined vehicle.
“La cooperación entre fabricantes europeos les permitiría alcanzar la soberanía y lograr ventajas competitivas en el ámbito de las tecnologías de a bordo”, comenta Luca de Meo. Y, sin duda, también sería una excelente noticia para el día a día del conductor, que contaría con diversas tecnologías de a bordo únicas y estandarizadas.
8.-Fomentar la creación de un líder europeo en metaverso industrial.
No, no hablamos de ciencia ficción, sino de un apoyo continuado a los retos de la digitalización. De esta forma, Europa podría estar a la altura de competidores que han hecho mucha inversión en este sentido, como China o Estados Unidos, a la vez que avanza en su camino hacia la descarbonización.
9.- Unificar el reciclaje de baterías.
La gestión de los residuos es tan importante como la fabricación de los propios coches. Si se crea una red de socios industriales a nivel europeo, el continente se beneficiará de expertos en el reciclaje para cada tipo de batería. Y si se hace de la forma correcta, muchos de los materiales raros que hoy exigen las baterías y otros, como el acero, los plásticos o el cobre, podrán utilizarse para fabricar millones de coches.
10.- Impulsar el potencial del hidrógeno.
Por último, Luca de Meo propone “adoptar la neutralidad tecnológica en materia de hidrógeno” por medio de un plan director que impulse este segmento. Los sistemas de motorización impulsados por hidrógeno pueden proporcionar una gran autonomía, lo que es muy interesante para vehículos pesados y para los que se ven obligados a hacer grandes trayectos por carretera. Además, también puede reducir el peso y el tamaño de la batería, lo que responde a los restos de la conducción eléctrica actual.
El potencial de Europa para convertirse en todo un referente de la transición ecológica es enorme y, sin duda, el papel de la industria automovilística va a ser crucial en los próximos años. “Somos conscientes de que para ello es necesario un cambio de paradigma”, aclara Luca de Meo. Y añade, “estamos dispuestos a colaborar con todas las instituciones y partes interesadas implicadas para materializar estas ideas”.