Detrás del volante
12/3/2025
Del coche como símbolo de independencia a la movilidad como un servicio compartido. Analizamos cómo ha cambiado nuestra relación con la conducción a través de cuatro perfiles.
La conducción ha sido durante décadas un símbolo de independencia, progreso y estatus. Sin embargo, la manera en que lo percibimos y utilizamos ha cambiado drásticamente con el paso de las generaciones. Prueba de ello es un estudio que muestra que solo el 58% de los nacidos a partir de 1995 tiene carnet de conducir, un dato que contrasta con el 81% de conductores que corresponden a la generación del ‘baby boom’ (aquellos nacidos entre 1945 y 1964).
El salto generacional es evidente, con diferencias sustanciales entre los que crecieron viendo el coche como un bien imprescindible hasta quienes hoy lo consideran como una opción más dentro del abanico de posibilidades de movilidad. La tendencia demuestra que los más jóvenes ya no sienten la misma urgencia por obtener el carné de conducir y, en general, podemos afirmar que el interés por el mundo de las cuatro ruedas se ha diversificado.
Nos hemos sentado a charlar con perfiles de conductores de cuatro generaciones diferentes para conocer su perspectiva al respecto. ¿Ve de igual forma la movilidad un boomer, un gen X, un millennial y un centennial? ¿Cómo ha cambiado el panorama desde que se pusieron por primera vez al volante? Nos metemos en su piel para reflexionar sobre el cambio de mentalidad, los retos en el futuro de la movilidad y cómo se adapta Renault a las nuevas formas de entenderla.
Bernardo tiene 71 años y, antes de jubilarse, se dedicaba a la abogacía. Pertenece a la generación del ‘baby boom’ y lleva conduciendo desde los 26 años. “Mis primeros recuerdos al volante son en Valladolid. Me destinaron para hacer la ‘mili’ y fue allí donde empecé a usar más el coche, sobre todo para escaparme con la que era mi novia a otras ciudades cercanas”, explica. “Mi primer coche fue un Renault 5, de los primeros que vinieron con cuatro puertas y maletero, y lo compramos cuando ya estábamos casados, supongo que pensando ya en la posibilidad de tener hijos”, recalca.
De por sí, su historia contrasta por completo con la de Marliuz, una gen X de origen venezolano que lleva más de 20 años viviendo en Zaragoza, donde trabaja como administrativa. “Cuando me mudé a España tuve que adaptarme a otras normas diferentes, pero la verdad es que siempre he disfrutado de la conducción. Yo ya tenía una hija recién nacida por aquel entonces y, como acostumbraba a quedarse dormida cuando íbamos en el coche, siempre relaciono la carretera con nuestro momento de desconexión”, relata.
También vincula sus primeros recuerdos a la familia Néstor, un millennial que -de forma extraoficial- empezó a hacer sus primeras prácticas de conducir junto a su abuelo. Cuenta que “a lo tonto, llevo 24 años conduciendo”, y aunque en casa de sus padres tenía un coche automático, “me encantaba irme de vacaciones a Fuerteventura para usar la Renault Express de mi abuelo Lucas. Nos metíamos por zonas de pista de tierra y era toda una aventura”.
“Me saqué el carnet a los 19. Donde vivo no siempre es fácil depender del transporte público.”
Quizás el salto generacional más significativo en esta introducción de los cuatro perfiles lo representa Lucía, una joven estudiante que siempre ha residido en las afueras de Madrid. Sus motivaciones para obtener la licencia de conducir responden bastante a la percepción que tenemos sobre la llamada gen Z. “Me saqué el carnet a los 19, más por necesidad que por gusto. Donde vivo no siempre es fácil depender del transporte público”, cuenta. Pese a los nervios iniciales que le daba enfrentarse al volante, cuando todas las maniobras parecían un reto, admite que lo que más le gustaba era “sentir que tenía más independencia”.
Los contrastes generacionales son mucho más claros en lo que se refiere al papel que juegan los automóviles en el día a día de cada perfil. Mientras que los boomers y X entienden el coche como una herramienta fundamental, los millennials y centennials muestran una mayor inclinación hacia alternativas de movilidad más sostenibles y flexibles (entre las que también figuran los coches eléctricos).
“El coche me da una flexibilidad que no puedo conseguir de otra manera. Por ahora sigue siendo un imprescindible.”
Bernardo y Marliuz nunca se han planteado prescindir del vehículo, pero Néstor y Lucía destinan solo el coche para trayectos más largos. “El coche me da una flexibilidad que no puedo conseguir de otra manera. Además, a veces tengo que viajar por trabajo o hacer trayectos que no se pueden cubrir fácilmente en bus. Supongo que si viviera en una ciudad más grande me lo plantearía, pero por ahora sigue siendo un imprescindible”, aclara Marliuz.
Esa sensación de que el transporte público no es lo suficientemente bueno es también una perspectiva que comparten Bernardo, boomer, y Lucía, centennial. “No puedo prescindir del coche porque donde vivo no hay buen servicio de autobuses. Lo que sí es cierto es que cada vez que puedo lo uso menos, porque con 71 años ya no tengo tantas ganas de conducir”, confiesa Bernardo. Lucía, por su parte, admite que “si viviera en el centro de Madrid no tendría coche. Me gusta la idea de moverme en metro, en bici o andando, pero en las afueras se hace más complicado porque hay trayectos que se pueden hacer eternos”.
“Conduzco un híbrido y lo uso solo para desplazamientos más largos o cuando voy acompañado por mi pareja y mis perros.”
El que sí que se ha planteado reformular su tipo de movilidad es Néstor, que todas las mañanas acude a trabajar en bicicleta, también porque el ciclismo es un deporte que le fascina desde niño. “Conduzco un híbrido y lo uso solo para desplazamientos más largos o cuando voy acompañado por mi pareja y mis perros”, revela. Eso sí, tiene claro que el futuro de la movilidad está vinculado al transporte eléctrico: “llevo un par de años usando la bicicleta eléctrica y sé que cuando vuelva a necesitar otro coche, optaré por el eléctrico. No obstante, me preocupa que un territorio limitado como la isla en la que vivo, Tenerife, acomode un mayor parque de vehículos”.
El futuro de la movilidad es un desafío complejo en el que entran en juego la sostenibilidad, la reducción del tráfico, nuevos hábitos y la adaptación al modelo eléctrico. Si bien las generaciones entrevistadas tienen puntos de vista diversos, todas coinciden en que marcas como Renault están cambiando el panorama y que habrá que encontrar soluciones para encontrar el equilibrio entre bienestar y movilidad.
“Los cambios en cuanto a movilidad son difíciles, porque no todo el mundo está dispuesto a cambiar sus hábitos y no todas las ciudades facilitan el nuevo modelo."
Desde el punto de vista de un millennial como Néstor, que ya emplea medios de transporte más sostenibles, como la bicicleta y el coche híbrido, “los cambios en cuanto a movilidad son difíciles, porque no todo el mundo está dispuesto a cambiar sus hábitos y no todas las ciudades facilitan el nuevo modelo”, opina. Es también la sensación de Marliuz, la gen X, que cree que “falta mucho por mejorar en infraestructura y accesibilidad. Veo que las ciudades están cambiando para ser más sostenibles, con más zonas peatonales y restricciones para vehículos de combustión. Al fin y al cabo, estamos en un momento de transición y habrá que adaptarse”.
Otra diferencia sustancial entre generaciones es su apertura hacia modelos y soluciones concretas. En este sentido, quizás Bernardo, como boomer, sea el más reticente a adoptar nuevos hábitos “Desconozco por completo el mercado de coches eléctricos. De hecho, si tuviera que conducir uno no sabría ni cómo hacerlo”, expresa.
“Siento que los coches eléctricos serán más comunes en el futuro, con más puntos de carga y precios más democráticos.”
Tampoco se ha planteado nunca opciones como la movilidad compartida o la multipropiedad, algo que contrasta por completo con Lucía, que lo tiene muy claro. “Siempre que puedo, procuro compartir coche con otras personas. La gente joven cada vez está menos obsesionada con tener coche propio y alternativas como el carsharing son más sostenibles”. Y, aunque esta joven estudiante no posea en la actualidad un vehículo propio (utiliza el de su madre), la opción eléctrica parece encajar bien con su visión de futuro: “siento que los coches eléctricos serán más comunes en el futuro, con más puntos de carga y precios más democráticos”, concluye.
Tan lejanas en su concepto del uso del coche y tan cercanas en su visión del futuro: estas cuatro generaciones demuestran que, pese al paso del tiempo, existe un paradigma común en torno a la sostenibilidad y el desafío de la movilidad.
Ya sea con la adquisición de un coche eléctrico o con nuevas formas de adaptar el nuevo modelo de ciudad a los diferentes territorios de España, está claro que el cambio es ya una realidad. Un punto de partida perfecto para reducir las emisiones de carbono hasta su neutralidad, siempre bajo el respaldo de fabricantes a la vanguardia como Renault.
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