Trucos y Consejos
17/2/2023
Los coches eléctricos carecen de caja de cambios. Es uno de los principales rasgos que los diferencia de los coches de combustión con cambio manual. Ante esto, en ocasiones se da por hecho que los coches eléctricos son automáticos y que su funcionamiento es similar al de los coches automáticos de combustión. Sin embargo, si echamos un vistazo al interior y comparamos mecánicas, puede que nos llevemos una sorpresa.
¿Los coches eléctricos son manuales o automáticos?
Dudas como esta son cada vez más comunes en un mercado que, poco a poco, posee más presencia eléctrica. No en vano, los modelos enchufables representan el 46% de la oferta. Fabricantes como Renault cuentan hasta con siete modelos 100% eléctricos dentro de su gama E-Tech. Las matriculaciones también se elevan en consonancia. Según un estudio de BBVA Research, en 2023 se espera que aumenten su cuota de hasta el 22% en España.
Se demuestra que son más los conductores que se interesan por dar el salto a una movilidad más sostenible gracias a las ventajas que acarrea. Al hacerlo, descubren similitudes y diferencias en la conducción de un coche eléctrico con respecto a uno térmico. En lo que respecta a la gestión del impulso, puede que la cosa no esté tan clara; puede parecer que conducir un eléctrico sea igual que conducir un coche automático.
Como ocurre con un coche de combustión, los coches eléctricos cuentan con un mando o palanca que suele ubicarse en la misma posición en la que tradicionalmente se sitúa la palanca de cambios.
Cumple una función muy parecida tanto en un coche eléctrico, como en un coche de combustión automático. De hecho, en casi la mayoría de los casos utiliza el mismo código de letras en unos y otros:
Podemos también encontrar una “B” en aquellos modelos dotados de una batería capaz de aprovechar la regeneración a través de una mayor retención. Esto puede llevar al error de pensar que, tanto eléctricos como térmicos automáticos, montan el mismo tipo de transmisión.
¿Cómo es una transmisión automática?
Sin embargo, el sistema que permite gestionar la entrega es diferente. En un modelo automático de combustión el cambio de marchas existe. Esto se debe a la propia naturaleza de los motores alimentados por gasolina o diésel.
Y es que, para transmitir el movimiento del motor a las ruedas, requieren de un sistema de marchas que adapta el rango de giro del motor a la velocidad deseada bajo un rendimiento optimizado. Es decir, los coches automáticos de combustión poseen elementos comunes a los manuales, como la caja de cambios o una tecnología propia de embrague que se conoce como convertidor de par.
En un coche eléctrico todo es más sencillo. El motor otorga de partida todo su par desde el primer segundo y está sujeto a un único régimen constante.
Esto quiere decir que la fuerza que ofrece no varía en función del número de vueltas o revoluciones. Así, la energía del motor se dirige de forma más directa hacia las ruedas. Este es el motivo que explica por qué los coches eléctricos no tienen marchas.
Lo que sí poseen es un pack de baterías de iones de litio que se encarga de dotar de energía eléctrica al bloque. Tiende a alojarse bajo el suelo del habitáculo y los fabricantes buscan el modo de que la integración se produzca sin penalizar el espacio interior. Buena parte de la autonomía de los coches eléctricos depende de su capacidad energética, medida en kWh.
Los conductores pueden controlarla a través de la información que otorgan el panel de instrumentos o las pantallas del vehículo e, incluso, en remoto a través de apps. La gestión de la capacidad de la batería también varía en función del consumo eléctrico y, por tanto, del tipo de conducción más o menos eficiente que apliquemos
Como se puede comprobar, los eléctricos y coches de combustión presentan una mecánica distinta, pero con una apariencia similar en el interior. De ahí que los coches eléctricos parezcan automáticos.
Otro motivo para hablar de coches eléctricos automáticos es su experiencia de conducción. A nivel práctico, el conductor realiza las mismas acciones a través de la palanca o mando, sea un coche automático de combustión o “automático” eléctrico.
Por ejemplo, si queremos avanzar o activar la marcha atrás, seleccionamos la “D” o la “R” respectivamente, en unos y otros. En ese sentido, en ambos casos prevalece la sencillez de no depender de la palanca de cambios como ocurre en los modelos con cambio manual.
Ahora bien, las diferencias en la mecánica también suponen diferencias en la conducción. Los térmicos con cambio automático siguen dependiendo de su transmisión. Aunque el conductor no tenga que pisar el embrague o mover la palanca de cambios, las limitaciones mecánicas los hacen menos eficientes que los coches eléctricos.
Dependiendo de la transmisión, podemos notar más o menos el control electrónico de las marchas e, incluso, el ruido del motor al revolucionarse en situaciones en las que se pisa a fondo el acelerador.
Esto se puede comprobar bien si nos fijamos en el comportamiento dirigido de la aguja del potenciómetro que poseen algunos modelos automáticos de combustión y que es muy diferente con respeto a los manuales.
En estos últimos, el cuentarrevoluciones otorga una referencia visual que sirve de guía para gestionar el cambio de marchas en función del régimen que nos solicite el funcionamiento del motor térmico, según la situación. Si bien cada motorización es diferente, el momento idóneo para el cambio de marcha en los modelos de gasolina suele situarse entre las 2000 y 2500 rpm, mientras que en los diésel puede acometerse con menos vueltas, en torno a las 1500 rpm. Dependerá de la naturaleza del vehículo y de su propulsor, pero también del tipo de conducción, equilibrio y respuesta que necesitemos.
Toda esta gestión desaparece con la conducción eléctrica. Visto así, se podría decir que es “más automática”. Al carecer de tantos intermediarios mecánicos, las sensaciones son diferentes a las de los coches con motor de propulsión, automáticos incluidos. Las principales ventajas de la conducción automática en un vehículo eléctrico se deben a que:
Esto es algo que suele sorprender a los que prueban por primera vez un coche eléctrico. De hecho, para apreciar en primera persona las diferencias de su conducción automática, resulta muy aconsejable probar un eléctrico pidiendo una cita con un concesionario o a través de un servicio de alquiler o suscripción.
Al hacerlo, confirmaremos lo mencionado sobre los coches eléctricos automáticos. Su conducción parece incluso aún más automatizada que la de un coche automático de combustión. La diferencia mecánica es que montan una tecnología más sencilla y eficiente.