Detrás del volante
9/8/2023
Como si de un Tetris se tratase —y con una tecnología similar— el pasado de los viajes en coche resultaba complicado, desafiante y mantenía un nivel de confort hoy en día impensable.
Si nacimos en el baby boom, muchos recordaremos largos viajes con la familia en un coche sin aire acondicionado y tan atestado de bultos que algunos pasajeros no podían mirar a través de las ventanillas. ¿Cómo ha cambiado el confort en el viaje desde los 70 hasta hoy, y cuál es la relación con la evolución de la seguridad vial?
El actual confort térmico es probablemente de las mejores soluciones tecnológicas de los vehículos. Gracias a sistemas de recuperación de calor en invierno y bombas de calor en verano, la familia puede viajar a una temperatura agradable, pero eso no siempre fue así. Seguro que recordamos, quizá con el cariño que otorga la nostalgia del pasado, largos viajes de calor sin pausa bajo un sol de agosto abrasador.
La falta de climatización, y materiales que actuaban como masa térmica, hacían el viaje a cualquier lugar particularmente incómodo, aunque aquello no disuadía a las familias de recorrer cientos de kilómetros bajando y subiendo la ventanilla para hacer malabarismos entre poder escuchar la radio o el casete, y sufrir calor dentro de la carrocería. ¿Cómo afectó el aire acondicionado a la historia de la seguridad vial?
Hoy en día se sabe —y en los 60 y 70 solo se intuía— que un calor excesivo reduce las capacidades de respuesta de quien conduce, aumenta el cansancio y la somnolencia, y aumenta de forma considerable la falta de atención. El calor induce al letargo, un estado contrario a la seguridad de la familia durante los viajes en carretera. Por suerte, ni las carreteras de entonces ni los motores estaban preparados para velocidades elevadas.
Nada que ver con los modelos actuales como el nuevo Espace E-Tech full hybrid, reinvención del mítico Renault Espace (diseñado en los 70 y producido en su 1ª versión en 1984), cuyos sistemas de climatización garantizan el confort térmico dentro del habitáculo de este SUV híbrido del segmento D. Estos nuevos vehículos cuentan con una climatización puntera que en 1960 o 70 no era ni imaginable.
La tecnología de GPS (Sistema de Posicionamiento Global) se inició en 1973, cuando se diseñaron los primeros prototipos de satélites que luego cubrirían el planeta con sus ondas. Mientras tanto, muy por debajo de la órbita de aquella futura constelación de satélites, los coches se guiaban por el instinto, a menudo la posición del Sol, y unos rectángulos difícilmente plegables de papel llamados mapa de carreteras que con frecuencia iniciaban apasionados debates.
Los mapas de carreteras fueron durante muchas décadas la única forma de navegación indirecta que hubo, obligando al copiloto a prestar atención hasta la más ligera curva con el objetivo de saber dónde se encontraba uno exactamente, no fuera a ser que se tomase un desvío que no correspondía y acabase la familia entera en otra provincia. Un escenario, por otro lado, que no era infrecuente.
No fue hasta el año 2000 en que se apagó la interferencia militar de la constelación de satélites estadounidenses, y que los civiles pudimos acceder a un geoposicionamiento de calidad gracias a un dispositivo al que llamábamos indiferentemente "GPS" y que había que actualizar de forma continua con mapas descargados sobre tarjetas SD. Hoy en día cualquier teléfono móvil y muchos vehículos cuentan con pantallas conectadas (como el sistema openR link con Google Maps o Waze integrado) donde ver la ruta en tiempo real, así como indicaciones kilómetro a kilómetro o avisos de seguridad.
Hace ya más de un siglo, cuando los primeros turismos salieron de las fábricas, la pericia al volante era el valor necesario para conducir, porque todos los sistemas eran mecánicos y, en oposición a los sistemas inteligentes de hoy día, resultaban bastante “tontos” y poco seguros. Pero, gracias a los sistemas ADAS de ayuda a la conducción, el perfil de conductor potencial se ha ido ampliando con el tiempo, permitiendo a más personas la posibilidad de conducir con alta seguridad.
Hoy en día, ya resulta impensable no contar con asistentes a la conducción como la velocidad crucero, tan útil sobre todo en viajes largos. O aquellos que salvan vidas en la vía pública y que nos hacen movernos más seguros por la ciudad, como la frenada de emergencia o el aviso de ángulos muertos. Podemos enumerar muchos otros que, además de seguridad, aportan un plus una forma de “confort” en la conducción, como el asistente de aparcamiento, reconocimiento de señales, visión trasera, sensor de neumáticos, etc.
Aunque aún estamos muy lejos, en el futuro se espera que la propia conducción humana resulte irrelevante y que la IA junto a la conducción autónoma permitan a personas ancianas, invidentes o infantes, entre otros, “conducir” allí donde lo necesiten. Comparado con el vehículo autónomo, el viaje de carretera de los 70 será contemplado como una mala pesadilla del pasado.
No llevar puesto el sistema de seguridad pasiva más básico (el cinturón de seguridad) es de los comportamientos más peligrosos que se pueden dar en carretera, motivo por el cual la historia de la educación vial está repleta de anuncios enseñando a los ocupantes a usar el cinturón. Pero este elemento no siempre estuvo ahí, especialmente no para los ocupantes de los asientos traseros.
Es probable que nos recordemos de niños fluyendo por el asiento de atrás en las curvas, jugando cuando nos aburríamos e incluso cambiándole el sitio al familiar del lado del sol para darle algo de sombra al otro extremo del coche, todo ello con el vehículo en marcha. Fue algo normal y extendido que hoy en día se lee como lo que es: un comportamiento temerario e irresponsable por su falta total de seguridad.
A cierta velocidad, cualquier accidente de tráfico convertía a los pasajeros no securizados en proyectiles. Hoy en día, el cinturón es una pieza de seguridad indispensable, que nos ponemos antes de arrancar el motor de forma casi instintiva.
Los vehículos de las décadas de los 60 y 70 no desarrollaban velocidades como las de ahora, ni lo hacían en tiempos similares (su aceleración era muy limitada). De hecho, hasta 1960 la velocidad máxima en carreteras convencionales era de 80 km/h (primer límite de velocidad en España, implantado en 1934). Además, los diseños de vehículos eran notablemente diferentes a los actuales.
Todo esto dio lugar a fenómenos como cargar hasta los topes la carrocería que, como pueden imaginar los lectores, era de nuevo profundamente inseguro y provocaba más de un "accidente" de tráfico (hoy en día renombrados como siniestros). ¿El motivo? La carga, a menudo sujeta con cuerdas, gomas y más tarde con pulpos elásticos, se caía con frecuencia y se convertía en un objeto peligroso en mitad de la carretera o la vía pública.
A esto se suma que depositar demasiada carga en la superficie superior de cualquier vehículo hace que el centro de masas se eleve, facilitando el volcado o el sobreviraje, obviamente indeseables durante la conducción.
La historia de la seguridad vial y su evolución está marcada por hitos tecnológicos, desde la invención del cinturón de seguridad a la regulación del transporte de carga en la normativa, pasando por el amplio despliegue de Sistemas Avanzados de Asistencia al Conductor (ADAS) que hacen más segura toda conducción. Como resultado, los viajes en familia de hoy en día son notablemente más confortables y seguros que los que hubo hace cinco décadas, y cabe imaginar que a mitad de siglo lo serán aún más.
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