Tecno y Tendencias
16/8/2022
En 1839, el empresario escocés Robert Anderson desarrolló el que se considera el primer vehículo eléctrico de la historia. Aunque solo se trataba de un carruaje equipado con un motor eléctrico que apenas alcanzaba los 6 km/h, fue un visionario ya que previó las ventajas del coche eléctrico y constituyó el primer paso para que, en los albores del siglo XX, los vehículos impulsados por electricidad acabaran compitiendo de igual a igual por la supremacía automotriz con los de gasolina o vapor.
De hecho, en un primer momento el vehículo eléctrico aventajó al resto debido a su sencillez y fiabilidad, además de ser mucho más silenciosos. En 1918, por ejemplo, una quinta parte de los taxis de la ciudad de Berlín eran eléctricos, y en 1900, el 28% de los vehículos estadounidenses eran eléctricos.
Finalmente, el vehículo con motor de gasolina destronaría al vehículo eléctrico porque este acarreaba algunos importantes inconvenientes, como una escasa autonomía, una batería ineficiente y cierta incapacidad de transportar una carga pesada. Más tarde, la caída del precio del petróleo, la falta de una red de electricidad y la fabricación en masa no hicieron más que aumentar esta brecha.
Sin embargo, con el transcurrir de los años, todos esos inconvenientes se han ido corrigiendo hasta el punto de que, en la actualidad, el coche eléctrico ha vuelto a ser una opción muy atractiva, que proporciona una conducción más cómoda y fácil, además las siguientes cinco ventajas del coche eléctrico frente al térmico.
Desde el punto de vista energético, el motor eléctrico se ha hecho mucho más eficiente que el de combustión. Así, si de promedio se necesitan 13 kWh para recorrer 100 km con un coche eléctrico, la cifra asciende a 45 kWh en el caso de un coche de gasolina con un consumo de unos 5 litros por cada 100 km.
El coste del combustible, si se aprovecha el tramo valle del precio de la electricidad, también es sensiblemente menor: recorrer 100 kilómetros con un coche de gasolina cuesta alrededor de 7 euros, cuando el coste para un coche eléctrico apenas superaría los 1,30 euros.
Además, las baterías son cada vez más baratas, ligeras y, a diferencia de las baterías de iones de litio, ya son completamente ignífugas.
Sin contar que su mayor densidad energética podría representar una mejora del 300 % en su rendimiento, alcanzando así una autonomía comparable a los vehículos de gasolina. De hecho, teniendo en cuenta que en la pasada década la autonomía ha aumentado un 15 % anual, se espera que en 2025 las baterías de estado sólido permitan superar los 800 kilómetros de autonomía.
En el coche eléctrico no hay que cambiar filtros ni lubricantes, no hay embrague ni correas de distribución. De este modo, al tener un 30 % menos de piezas que los coches térmicos, el mantenimiento, más allá de elementos comunes como los frenos y los neumáticos, se centra en el estado de la batería y el motor. Además, los frenos también duran más gracias al sistema de regeneración de energía, que sirve para aminorar la velocidad e incluso detener la marcha, prescindiendo del uso de los mismos.
Por si fuera poco, en el coche eléctrico se reducen a la mínima expresión las vibraciones y otros elementos en movimiento, así como las temperaturas, lo que también hace disminuir el desgaste de las piezas. Así, orientativamente, el cómputo total de ahorro en el mantenimiento del vehículo eléctrico rondaría el 25 % frente al térmico.
Al contar con menos piezas respecto a un vehículo térmico y un menor desgaste de las mismas, se reduce también la probabilidad de sufrir averías mecánicas durante toda su vida útil.
Tras lo establecido por la Ley del Cambio Climático, las principales ciudades españolas están acotando el uso del vehículo de combustión y creando las denominadas Zonas de Bajas Emisiones (ZBE). Unas restricciones de las que el coche eléctrico queda exento. Además, se le permite el uso de los carriles especiales Bus/VAO y circular con un solo ocupante, lo que representa un ahorro en tiempo.
En muchas ciudades también se bonifican las tarifas de estacionamiento público, como aparcamiento en la zona azul (ORA) gratuito, o plazas reservadas con recarga en zonas comerciales que, junto a las restricciones de circulación en el centro de las ciudades, en cierta medida se puede traducir en mayores facilidades a la hora de aparcar.
En determinadas provincias, los coches eléctricos también tienen determinadas ventajas fiscales, con descuentos en el Impuesto de Circulación que pueden llegar al 75%.
A estas ventajas fiscales, habría que sumarle las diferentes ayudas disponibles tanto para la compra de vehículos eléctricos como para la instalación de puntos de recarga.
Junto a los aviones y los barcos, las emisiones de los gases de efecto invernadero de los coches suponen la quinta parte del total a nivel mundial.
A fin de reducirlas, la Comisión Europea ha fijado para 2035 el fin de la venta de coches de combustión.
Noruega, sin embargo, aspira a conseguirlo en 2025. No es extraño en un país donde el 52 por ciento de los coches vendidos en 2017 ya eran eléctricos.
Y es que los vehículos eléctricos no emiten gases contaminantes durante su funcionamiento, tan solo serían responsables indirectos de las emisiones de CO2 de las plantas que producen la electricidad de las que hacen uso. Unas emisiones que llegan a cero si el usuario prescinde de la red eléctrica y carga su vehículo con paneles solares instalados en casa.
Además del CO2, los coches térmicos, en particular los diésel, emiten más de cuatro tipos de gases distintos en su proceso de combustión, expulsando micropartículas muy nocivas para la salud, las llamadas PM 2.5 (partículas 25 veces más pequeñas que el ancho de un cabello humano). La exposición a estas partículas, que en el coche eléctrico puede ser sensiblemente menor, se ha clasificado como el séptimo factor de riesgo más importante de mortalidad.
Debido a que los coches eléctricos llevan menos piezas que los coches térmicos y que, por lo general, los motores son también más compactos que los de combustión, el interior de la carrocería dispone de más espacio útil a igualdad de dimensiones exteriores.
Si bien es cierto que las baterías sí que tienen un gran tamaño, estas acostumbran a ser planas y ubicarse en la parte de abajo del coche, sin restar así habitabilidad ni invadir el maletero. De hecho, la parte delantera debajo del capó, donde suele alojarse el motor, tiene a menudo tanto espacio libre, que los fabricantes suelen añadir un maletero delantero.
El principal límite de la vida de un vehículo eléctrico la marca su batería. En términos generales, se puede considerar que la batería de un vehículo eléctrico puede durar entre 150.000 km y 320.000 km o unos 3.000 ciclos de carga, aunque su conservación depende de muchos factores como las temperaturas extremas o abusar de las cargas rápidas. En cualquier caso, como el resto de elementos del coche tienen un menor desgaste, con un cambio de batería cuando sea necesario, podremos alargar los años de disfrute con nuestro coche eléctrico.
Tecno y Tendencias
la paradoja del coche familiar: ¿Por qué nos gusta tanto, aunque seamos familias más pequeñas?31/10/2024